viernes, 20 de enero de 2012

LA REALIDAD ES LA REALIDAD


A pesar de todas mis intenciones, ideas utópicas y  teorías pedagógicas ideales, hoy, he tenido mi primer  duro enfrentamiento  con la “pura realidad”. Llegue como cada jueves a la casa del niño al que llevo dando clase ya dos añitos. Había recopilado un montón de material original para trabajar, la ortografía y la expresión escrita de una forma divertida, innovara, y que saliese un poco de la rutina, del día a día de este niño.

Cuando coloqué mi carpeta sobre la mesa de trabajo y me dispuse a sacar todo el maravilloso material, elaborado por mí en gran parte y tras largas horas de trabajo y esfuerzo, rebanándome la cabeza, estrujando mi imaginación y exprimiendo lo mejor de mí, tres golpes secos retumbaron en la habitación. Era la madre de mi alumno llamando a la puerta. La mujer entró en el cuarto con semblante serio. Jorge, había suspendido nuevamente  lengua. Las faltas de ortografía no habían desaparecido y su expresión no era la adecuada.

Con preocupación me dirigí a la madre del niño: “Quizá los métodos que utilizan en el colegio a Jorge no le ayudan, creo que se siente presionado y completamente desmotivado”. Esperando una respuesta a mi favor, no pude más que recibir una negativa: “El colegio es el colegio y ellos sabrán lo que hacen, hazle un dictado en cada clase, mándale mil ejercicios de ortografía, como las fichas que le dan en el colegio y una redacción sobre algo que haya dado en cualquiera de las asignaturas”. ¡Qué rollo por favor! Cómo le va a gustar al niño ir al colegio, cómo le va a gustar escribir y leer, ¡pero si me aburre hasta a mí!




Tras la obligación impuesta por la madre de Jorge, me dispuse a mostrarle algunos de los dictados que había recopilado. No eran dictados normales, eras dictados, sí, pero innovadores y divertidos. Para la creación literaria había tomado ideas de la presentación de “Rodari y la creatividad” y para trabajar la ortografía había encontrado un par de páginas webs, que a través del juego acercaban al niño al aprendizaje de la ortografía y sus reglas. Sin embargo, mi decepción, ante la cara de su madre aumentó.  No quería que trabajase así. Todo su empeño era que el niño realizase un dictado tradicional, copiase las faltas cincuenta veces y tuviese una gran carga de deberes de fichas ortográficas y redacciones sobre “las capas de la Tierra”.

A pesar de mi ilusión no pude más que asumir la orden de mi “jefa” y comencé a dictar al niño un fragmento de un cuento que le gustó mucho: “Chivos, Chivones”. En lugar de copias absurdas, creamos un “minirelato” con las palabras que había fallado. Ese “minirelato” tenía un principio absurdo (de Rodari). Como resultado obtuvimos una historia interesantísima y realmente divertida. Jorge estaba sonriendo, estaba disfrutando empleando las palabras que tanto le costaban.




Cuando terminó su “relatillo”,  me dispuse a dictar otro trocito. Decidí partir el dictado en dos partes porque sé que Jorge se cansa rápido y pierde la atención, fallando en palabras que ya conoce.

Cuando terminó detecté cinco faltas de ortografía. Mi imaginación comenzó a volar. Ahora su “profe” era “Sherlock Holmes” y él “Mi Querido Watson”. Mediante pistas el niño tenía que ir descubriendo cuáles eran sus faltas. Jorge estaba motivado y se estaba fijando muy bien en cada una de las palabras. Además se cuestionándose cómo se escribía cada una de ellas, teniendo que hacer uso de su seguridad, para resolver el “caso”.

Cuando recopiló cada una de ellas le sugerí que las colocase cada una en una hoja con tamaño “extra grande”. Sé que Jorge aprende la mayoría de las cosas a través de la memoria visual y que le encanta dibujar. Era su turno: “¡A dibujar Jorge!”. Tenía que buscar un dibujo que le recordase a la palabra fallada. Así lo hicimos y sé que esas palabras han quedado bien establecidas en su memoria. Sí, son apenas diez palabras, pero imaginad que cada día en el colegio cada niño aprendiese a escribir diez palabras, en lugar de repetir y repetir las mismas palabras una y otra vez en fichas, dictados y copias.

Con esta entrada lo que quiero reflejar es que a veces no tenemos la libertad de dar las clases como nos gustaría, pero ingeniándotelas puedes conseguir tus objetivos y llevar todo a tu “terreno”. 

1 comentario:

  1. Espero que te apliques esta reflexión final porque, seguramente, la necesitarás en el futuro :)

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